VICTORICA Se encuentra ubicada a 150 kilómetros de la capital provincial Santa Rosa, y a 30 kilómetros del límite con la provincia de San Luis. Sus rutas de acceso son ruta provincial n° 10 (comunica con Este y Oeste provincial), y ruta provincial n° 105, (une la localidad con el sur de San Luis y el centro sur provincial).
La población estimada es de 6.000 habitantes. Su actividad económica es la ganadería bovina de cría. Geográficamente es centro de la cuna boscosa del caldenal.
Un poco de historia…
Victorica es la población más antigua de La Pampa desde que fuera fundada el 12 de febrero de 1882. La historia de su nacimiento se ubica en medio de las luchas entre los indios que pugnaban por sus dominios y los blancos que de arrollaban su estrategia.
La localidad se levantó próxima a una de las capitales indígenas de La Pampa -Levucó- en plena selva ranquelina.
Leuvucó - 1882 |
Leuvucó - 1882 |
Campamento provisorio - 1882 |
Cuartel provisorio del regimiento y caballería - 1882 |
En su poblamiento inicial hubo integrantes de las fuerzas militares que resolvieron quedarse a vivir allí y junto a los soldados vinieron las primeras familias.
Las tropas nacionales se retiraron en 1887 y al año siguiente se inició la historia de Victorica como municipio cuando en mayo asumió su primer intendente Valentín Romero.
Familia Ranquel 1910 |
Casi simultáneamente con la creación del pueblo comenzó la vida educativa en la localidad, con la Escuela 7, formadora de sucesivas generaciones, a la que se agregan con el correr del tiempo muchos otros colegios como la escuela Agrotécnica y la escuela de comercio.
Unidad Educativa |
Escuela N° 7 |
Instituto San Juan Bosco |
Colegio María Auxiliadora |
En 1908 legó la vía del ferrocarril, que tiene puntas de rieles en Telén y constituye la máxima avanzada de ese medio de comunicación hacia el oeste pampeano.
Enclavada la localidad en una zona intermedia entre el este más favorecido y el oeste semidespoblado, desde antaño alimentado su potencial en la producción agropecuaria . Esto motivo que Victorica sea la sede del Festival de la Ganadería del Oeste Pampeano.
Cacique Ranquel:
"Se cree que el cacique —cuyo nombre era Paghitruz Güor, "zorro cazador de leones"— nació hacia 1825 a orillas de la laguna Leuvucó, a 30 kilómetros de Victorica (nordeste de La Pampa). Fue el segundo hijo del cacique Painé y de una cautiva. No era fácil la vida en el desierto, y los niños aprendían temprano a prepararse para la guerra contra los huincas y el cuidado del ganado. Cuando los adultos salían de cacería o a maloquear, los chicos se quedaban cuidando las caballadas de reserva, a veces muy lejos de la toldería. Así fue como Paghitruz y otros chicos indígenas fueron tomados prisioneros junto a la laguna de Langhelo, cerca de Melincué, mientras los lanceros intentaban un malón hacia la frontera norte. La partida militar los trasladó engrillados hasta Santos Lugares. Poco después los llevó en presencia de Juan Manuel de Rosas. Al enterarse de que Paghitruz era hijo de un cacique famoso, el Restaurador "le hizo bautizar, sirviéndole de padrino, le puso Mariano en la pila, le dio su apellido y le mandó con los otros de peón a su estancia del Pino", cuenta Mansilla, él mismo sobrino de Rosas. Entre rebencazos gratuitos y muestras de afecto, allí aprendió a leer y escribir, y se hizo diestro en las faenas rurales. "Nadie bolea, ni piala, ni sujeta un potro del cabestro como él", diría el escritor. Pero en seis años no perdieron la nostalgia por la toldería. Una noche de luna llena de 1840, los chicos ranqueles montaron los mejores caballos y escaparon. Anduvieron perdidos, pero lograron escabullirse de sus perseguidores y engañar a la Policía. Llevaba poco tiempo de regreso en Leuvucó, cuando Mariano recibió un regio regalo de su padrino. "Consistía en doscientas yeguas, cincuenta vacas y diez toros de un pelo, dos tropillas de overos negros con madrinas oscuras, un apero completo con muchas prendas de plata, algunas arrobas de yerba y azúcar, tabaco y papel, ropa fina, un uniforme de coronel y muchas divisas coloradas", relata Mansilla. Con el obsequio venía "una cartita meliflua" y la invitación a visitarlo. Pero Mariano, tras consultar a las "agoreras", juró no dejar nunca su tierra. Conservó hasta en las firmas su nombre cristiano, guardó eterna y pública gratitud hacia su padrino, pero no abandonó su lengua ni su pago. Ni siquiera cuando la viruela diezmó a su tribu y el Gobierno le ofreció trasladarlos. En 1858 asumió la máxima conducción del cacicazgo —pertenecía a la dinastía de los zorros, la más prestigiosa—, flanqueado por otros dos grandes caciques: Baigorrita y Ramón el Platero. Fue un gran jefe en la guerra contra el huinca, hospitalario con las familias unitarias prófugas de los federales. Y también en los largos períodos de paz que consiguió pactar, en los que fomentó la agricultura y la ganadería. Mariano Rosas murió de enfermedad el 18 de agosto de 1877. Las honras fúnebres de su pueblo fueron tan magníficas, que quedaron consignadas en el periódico La Mañana del Sur, de Buenos Aires. Un año después, el Gobierno lanzaría la Campaña al Desierto. Traicionados, los lanceros serían pasados a degüello. Los sobrevivientes, repartidos en estancias pampeanas o desparramados por Tucumán, Martín García y hasta en las islas Malvinas. Las mujeres fueron destinadas al servicio doméstico. Los chicos, como peones. En 1879, el coronel Eduardo Racedo remató el aniquilamiento. Descubrió en Leuvucó la tumba de Mariano Rosas y se alzó con sus huesos, con la idea de enviarlos a la Sociedad Antropológica de Berlín. Terminó obsequiándolos a Estanislao Zeballos, un coleccionista de cráneos que a fines del siglo XIX los donó al Museo de Ciencias Naturales de La Plata.
Trofeo de guerra primero, patrimonio antropológico después, el cráneo del zorro cazador de leones estuvo expuesto en el museo durante un siglo. Hasta que, con el retorno de la democracia, los ranqueles comenzaron a reagruparse y, apoyados por el gobierno pampeano, reclamaron los restos de sus ancestros. Guardados en una urna, los de Mariano Rosas permanecieron perdidos durante varios años. Fue necesaria una ley del Congreso de la Nación para que algunos antropólogos renuentes cedieran las "piezas".
Circuito histórico - cultural
-“Plaza Héroes de Cochicó”: Ubicada en el centro de Victorica. Allí descansan los restos de los soldados del Ejército Nacional, que se enfrentaron con las tropas ranquelinas en la Batalla de Cochicó. |
-“Iglesia Nuestra Señora de la Merced”: El ejército construye la capilla, con ayuda de pobladores, en 1886. En la actualidad, el edificio conserva la cúpula original. |
EL CALDEN
Desde su figura robusta, envuelta por una corteza arrugada que se alarga en ramas espinosas, de las que cuelgan chauchas dulces —que las poblaciones originales de La Pampa utilizaban para preparar la bebida chicha—, el caldén es la milenaria compañía de los ranqueles en los alrededores de Victorica.
También el árbol emblemático de los pampeanos merece un reconocimiento, ya que un histórico malentendido lo relegó al olvido y facilitó la deforestación: desde mediados del siglo XVIII, las familias acomodadas de Buenos Aires echaron a rodar el mito de que "La Pampa tiene el ombú", al referirse al caldén, cuya madera preciada sirvió de combustible para las panaderías y calderas de locomotoras durante la Primera Guerra Mundial, cuando escaseó el carbón de Gran Bretaña.
El caldén y los primitivos habitantes de estas tierras son piezas fundamentales en las crónicas redactadas por Lucio V. Mansilla en "Una excursión a los indios ranqueles". El escenario que describe el militar escritor se mantiene inalterado cerca de Victorica.
El paisaje recurrente del caldenar fue magistralmente recreado por Antonio Ortiz Echagüe —retratista del rey Alfonso XIII de España— entre 1933 y 1942. Sus cuadros pueden ser apreciados en el museo-atelier de la estancia La Holanda, en Carro Quemado, 40 km al sur de Victorica.